Más cerca de los Beatles que de tus discos de jazz.

.

jueves, 21 de abril de 2016

Adiós

Escribir ha sido mi grito de guerra y de axilio a la vez. Empecé a escribir cuando me di cuenta de que la mejor forma de desahogarse era escuchándose a uno mismo. Escondí entre líneas las verdades que no me atrevía a decir en voz alta. Escondí entre líneas nombres de personas que hoy se han quedado por el camino. Entre líneas escondí todo lo que hoy me salpica de frente. Ahora me jode ser sincera conmigo misma. Me jode leerme y no sentir lo que un día escribí con lágrimas en los ojos. Me jode este sentimiento de desconocerme por completo, y saber que yo antes me conocía muy bien. O tal vez no tanto. Nunca quise escribir con un nombre y unos apellidos que tal vez en un futuro se quedasen en el olvido. Pero aunque traté de evitarlo, todas y cada una de mis entradas tenían su perfil grabado. Hoy me toca sincerarme aquí por última vez. Hoy me toca reconocer que no soy capaz. Que se acabó. Que una vida nueva solo se empieza dejando atrás aquello que te recuerda quién o con quién eras. No tanto dejando atrás las personas, sino el modo de verlas.

Hasta pronto a mi pequeño refugio en el mundo. Nos vemos cuando me encuentre. 

sábado, 26 de marzo de 2016

Verás, no me va tan mal. Ahora vivo en un paraíso abstracto donde no existen ni peros ni porqués. Me he refugiado de las personas que no dicen nada, y también de esas que lo intentan pero que yo no quiero escuchar. Sonrío cuando me hablan de ti y suspiro por dentro por si acaso me ven muy mal. Porque yo quiero que sepas que me va bien. Que ahora intento ser un poco menos desastre: he empezado a actúar después de pensar. Te parecerá una broma, porque yo tampoco me lo creo. Tal vez es porque ahora tengo mucho menos que decir y más que pensar. O que ya no me apetece decir lo que pasa por mi cabeza, porque no vale la pena. Nadie vale la pena. Me he dado cuenta despues de perderte. No sé si tú también notas que existe gente que te da un abrazo para que el resto lo vea. Que existe gente que te miente mirándote a los ojos, y otros que desaparecieron contigo. Es triste porque ya no sé si me tiran o me caigo yo sola. Pero al menos estoy aprendiendo mucho a base de hostias. La verdad es que el resto sigue igual. Sigo teníendo mis manías. Sigo leyendo poesía por las noches y subrayando las estrofas que me recuerdan a ti. Sigo escuchando música antigua y también a Leiva cuando tengo ganas de cantar. Sigo tragándome peliculas de Disney. Sigo defendiendo mis principios con uñas y dientes tal y como te prometí. Sigo siendo yo, o al menos eso creo. Soy yo sin un trocito que me arrancaron hace poco. Soy yo con una costra que no me atrevo a arrancar.

sábado, 19 de marzo de 2016

A veces me miran como si no supiesen quién soy. La verdad es que yo tampoco lo sé. He vuelto a necesitar el cigarro antes de dormir y he escondido todo lo que podía tener tu nombre grabado. Incluso me he escondido a mí, fíjate. Me he escondido de los parques que marcamos y de las calles que nos pateamos. Me he escondido de este tiempo y he querido echar la vista atrás. Y por eso entiendo que no sepáis que hago. Yo tampoco lo sé. Busco una solución sin tener la necesidad de encontrar la mejor. Y supongo que de eso va la vida. De equivocarte hasta dar con la respuesta, de decir ''a'' y que sea ''b'', y llamarte estúpida mientras lo intentas otra vez. Te fuiste y muchas cosas se vinieron abajo. No sé qué hiciste para ser un huracán que se llevo todo lo que creía que sería para siempre de un plumazo. Pero supongo que si te vas, era hora de que me destapases los ojos y me diese cuenta de que no todo es blanco o negro. De que conoceras a personas que querrás tener en tu vida y dejarás atrás a otras sin querer, que acabaras rescatando de nuevo cuando te des cuenta de que nadie te conocía mejor. Que aquello que has criticado siempre será ahora lo que te caracteriza. Y pensarás que qué puta mierda. No te quito la razón. No se la quito a quien me mira con ojos de incredulidad. Ni a quien me mira para decirme que qué estoy haciendo con mi vida. No les quito la razón. Porque lo unico que hago es saber quién soy. Y eso nadie lo entiende.
Ni tienen por qué entenderlo.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Y ya está. Ya no hay más. Ahora mírame a los ojos, que quiero recordarte todo lo que nos hemos querido. Qué rara es la vida. A los quince años nos hizo creer que conocíamos el amor y todavía no sabíamos ni de qué color tenía el pelo. Pero en fin, al final te las arreglas y acabas conociendo todas y cada una de sus facetas. Acabas aguntándote la risa a las tantas de la mañana y congelando el tiempo por si algún día te da por pensar que lo has perdido. Acabas grabando sus iniciales en un banco o una pulsera, y sin darte cuenta acaban grabándose en cada mueca, cada suspiro y cada llorera antes de irte a dormir. Empiezas a decorar las calles con recuerdos y a conocer manías que acabas haciendo tuyas. Porque supongo que el amor también es eso. Amor también es saber que le gusta la leche caliente y con poco chocolate. También es aprenderte su canción preferida aunque antes la detestases. Es cantar por la calle en verano y gritar como una loca desde la otra habitación. Porque puedo ser yo. Porque puedes ser tú. Y qué mas da lo que seamos ahora. Fuimos, y eso siempre nos lo quedaremos. Me quedaré con este trocito de tu vida en el que crecimos más de la cuenta y en el que nunca nos quisimos de menos. Nos quisimos a lo bestia y nos hicimos felices. Rompimos cualquier pronóstico y cualquier rareza. Sufrimos distancias y todas las trabas que se pusieron por el camino. Nos comimos el mundo por un momento y llegamos a todo lo que quisimos llegar. Hoy te veo aquí a mi lado y se me ha olvidado decir lo orgullosa que me siento. Se me ha olvidado decirte que después de todo, la mejor despedida era recordarte lo feliz que he(mos) sido. Fui feliz despertándome de la mejor resaca de mi vida cuando llegaste aquí por primera vez. Y desde entonces, qué puedo decir. Me has sacado de quicio, me has convencido de lo inconcevible y me has desordenado la vida por completo. Gracias. Gracias por regalarme este pequeño trozo de lo que te queda por ser. Siempre estaré aquí por si alguna vez no recuerdas quién eres. Por si alguna vez te has perdido y necesitas un pequeño empujón. Por si alguna vez necesitas que te recuerde que tú siempre podrás con todo. Estaré. Y sonreiré cuando me cuentes todo lo que has logrado. Porque sé que lo harás.
Siempre serás tú, nunca otro. Siempre mis dos patitos.

Nuestros.

-Hasta las suelas de mis zapatos te echan de menos-. 

lunes, 1 de febrero de 2016

No puedo prometerte nada. A ti ya no. Llevo días viviendo en un abrazo que sonaba a despedida pero que ni si quiera decía adiós. ¿Pero cómo nos vamos a atrever a hacerlo? No te prometo nada, porque no te lo mereces. Tú te mereces mucho más que eso. Llegaste a mi vida y la descolocaste por completo. Me recordaste cada día las cosas que yo no me decía cada vez que me miraba al espejo. Confiaste en mí, y me atrevería a decir que alguna vez yo también lo hice. Confié en mí y llegué lejos, o más bien, llegamos. Pintamos un mundo que era rosa cuando a mí me apetecía, que sabía a chocolate al despertar y a besos esparcidos en la cama. ¿Quién nos diría hace tres años que hoy seríamos y estaríamos aquí? Nadie hubiese puesto la mano en el fuego por todo lo que ha ocurrido todo este tiempo. Tal vez por el hecho de que fuese impensable es por lo que se me hace tan bonito. Se me hace bonito cada recuerdo que hoy imagino mientras suena mi despertador. Se me hace bonito el caminar por los mismos sitios por los que un día tú y yo nos paramos solo para decirnos una vez más quién era más tonto de los dos. Aprovechamos cada minuto, o al menos eso quiero creer. Aprovechamos la vida para disfrutarla, y el amor para crecer y para confiar, confiar en uno mismo y también en el resto. Aprendí cosas que nunca pensé que echaría tanto de menos. Hoy voy hasta el último vagón del metro solo para salir la primera, y todavía no sé si lo hago por utilidad o por el mero hecho de recordar tus manías. Hoy agarro la almohada y la convenzo de que no te echo tanto de menos. La doy las buenas noches y la seco las lágrimas. Hoy hasta las paredes de mi cuarto me dicen que dónde estás. Que por qué no hay nadie escondiendo mi bandera del Real Madrid ni tirando todos los peluches por el suelo. Que dónde estás, que qué he hecho. Y yo no se qué responder. Tal vez es por eso por lo que no hago más que cargarme a todo el que me recuerde a ti. Pero, ¿sabes? No puedo terminar conmigo misma. Yo siempre estaré aquí, y hoy sigo siendo esa que era cuando estaba contigo. Sigo teniendo mis manías, sigo poniéndome calcetines de distinto color, poniéndome el reloj en la mano derecha y echándole demasiado nesquik a la leche. También sigo siendo aquella que no sabe callarse de vez en cuando, y que se queja de cosas por el mero hecho de no saber ser feliz. Pero bueno, tú eso ya lo sabes, para qué te voy a prometer que he cambiado. Si estoy aquí es porque quiero recordarte que nadie es lo que es toda su vida, y eso lo he comprobado después de haberte conocido. Y que yo quiero ser contigo, y eso implica esforzarme en que sigas prefiriendo un nosotros a un tú y yo por separado. Que quiero aprender a ser otra vez. Y que solo hay una persona que puede hacer eso, y esa soy yo. No te quiero prometer nada, porque tú te mereces más que eso. Pero sí quiero decir que las ganas no me faltan. Que no quiero ser sin ti, que no quiero más despedidas, ni miradas que saben a poco. Que aceptaré un adiós si eso es lo que quieres. Pero yo nunca lo diré. Hay mil razones por las que podríamos dar esta historia por terminada. Pero encuentro muchas más por las que no perder la esperanza.
Y esa última que marca la diferencia está detrás de lo que me dijiste una semana después de ese veintidos de marzo, -quieres salir conmigo-. Me niego a que aceptar que la llama está apagada. Me niego a decir que ya no noto que me quemo cada vez que me miras a los ojos. Me niego a aceptar que el amor no es suficiente. Porque donde hay amor... donde hay amor hay todo.

domingo, 31 de enero de 2016

Siempre contemplé cada paso que dabas como pasos de gigante. Siempre vi mis piernas tan pequeñas que parecía quedarme atrás. Y ahora, como de costumbre, estoy haciendo lo posible por cogerte. Pero esta vez me estás soltando la mano.
Y yo no sé caminar sola. O más bien, sin ti.

jueves, 28 de enero de 2016

Ojalá tú. Ojalá no despertar mañana y recordarme que ya no. Que ya no más besos por la mañana. Que ya no más ojeras que escondan risas a las dos de la mañana. Ya no más silencios compartidos ni abrazos que dejan sin respirar. Que ya no más nada. Que toca caminar sola y esconder en risas las quejas de un corazón cojo, falto de pulso y de besos que no vienen a cuento. Pero besos al fin y al cabo, que rescatan y hunden al mismo tiempo. Que te dejan en ese rinconcito de tu vida en el que no quieres salir porque lo que hay ahí fuera es indiferente. Que ya no. Que ya no hay que hacer sitio en la cama. Que ya no más películas aburridas a las que ignorar. Ya no más nada que compartir ni nada por lo que discutir. Que ya no más besos en el portal, ni en buhos de madrugada. Ya no más. Ya no más cosquillas ni besos de pez. Que ya no. Ya no más tú, no más yo, pero sobre todo, no más nosotros.

domingo, 24 de enero de 2016

J

Qué duro es decirte adiós. Qué duro es empezar a escribir algo que sabes cómo acabará. Qué duro es escribir algo para que después encaje con un perfecto "gracias, te deseo lo mejor en esta vida". Pero yo nunca fui de encajar, tú y yo fuimos siempre de salirnos del molde. De besarnos después de gritarnos durante diez minutos, y de reirnos de todo lo serio que pueda haber en esta vida. No puedo resumir absolutamente nada de lo que tú y yo hemos vivido. Tal solo puedo decir que ya quisieran muchos. Que ya quisieran conocer el amor tal y como yo lo he conocido detrás de tus ojos. Solo puedo decir que siempre me pararé en cada lugar que hicimos nuestro y que sonreiré. Que siempre podré de decir que existen personas que te completan y que cuando se van dejan tu vida patas arriba. Que existen personas que te desean buena suerte en tu examen a las siete de la mañana, y personas que te secan las lágrimas mientras te sueltan lo fea que estás cuando lloras. Y que te hacen reir, que te hacen reir hasta cuando no quieres soltar ni una palabra. Que existen personas que te pegan un post-it en el techo para que lo veas cada mañana. Que llegan a tu vida y hacen que las cosas sean de otro color. Que los problemas se conviertan en retos y las derrotas en experiencias. Existen personas que te regalan una tableta de chocolate el día de tu cumpleaños. Que te ponen tu canción preferida a las doce de la noche en una playa. Y que te besan. Y no como alguien cualquiera, sino como ese tipo de personas que no te dejan indiferente. Ese tipo de personas que solo se conocen una vez en la vida. Para mi suerte o mi desgracia yo la conocí cuando tan sólo tenía quince años. Todavía no conocía el amor y conocí a esa persona. Y qué gilipollez eso de que hay mil peces en el mar. Qué gilipollez el creer en las almas gemelas. Qué gilipollez el creer que no hay nada que sea para toda la vida. Tú eres para mi el resto de mi vida. Tú serás esa persona por mucho tiempo que pase. Porque nunca nadie me besara al mismo tiempo que se rie como lo haces tú. Nunca nadie sabrá cómo hacerme reir en tan solo unos segundos. Tú eres para mí y yo soy para ti. Encantada de regalarte este pedacito de mi. Encantada de coincidir en esta vida. Encantada de tenerte conmigo siempre, aunque tú ya no estés. Tú eres para mí, y yo siempre seré contigo. Cuando te ahogues. Cuando necesites ser tú mismo. Cuando necesites esta parte de ti. Yo siempre estaré. No te deseo lo mejor en esta vida, porque sé que tú mismo puedes conseguirlo. Siempre juntos.

martes, 29 de diciembre de 2015

Sigues golpeando mi pecho porque seguimos siendo un número impar con ganas de partirse en dos. Y todavía me miras asfixiado por estos años. Se nota en tu cara las ganas de decir adiós y de perderte. De salir de un corazón que te atrapó y te acarició durante años. Se te ve en la cara las ganas de libertad. Las ganas de fallar, de perder el tiempo, de matarte a tiros y resucitarte con ginebra de la mala. Se nos ve en la cara las ganas de felicidad. Felicidad no fue lo que nos faltó. Pero tal vez es hora de conocerla con otra cara, o en otras, más bien. Pero también sé que salir de aquí es mucho más que salir del agua y tomar una bacanada de aire freco. Es difícil cuando has aprendido a respirar ahí dentro. Cuando nos seguimos mirando a los ojos sin saber muy bien qué decir, aunque sí que hacer. Sé respirar y dime tú quién sale de aquí con la excusa de tomar aire fresco. Quién sale de aquí con la excusa de conocer de nuevo la felicidad, pero otra distinta, que no sé ni si existe. Dime tú quién te suelta la mano y quién nos rompe en dos. Quién da la patada definitiva y dice adiós a esto.