Más cerca de los Beatles que de tus discos de jazz.

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jueves, 24 de septiembre de 2015

Olvida por un momento tu ideología. Olvida las fronteras, los números, las religiones, las normas, los países, olvida hasta de qué familia formas parte.
No te hablo de nada de eso, quiero que olvides cualquier prejuicio y les mires a los ojos. Que mires a un niño con la cabeza sangrando, o a un padre perdiendo a su hijo en un tren al que no ha podido subir. Que les mires a los ojos y sientas, sin pensar en los peros, en las razas, en los sexos, sin pensar en nada más que en un ser humano sufriendo al otro lado de una valla.
¿En qué nos hemos convertido? Somos seres egoístas e hipócritas, que se nos enciende el alma cuando encendemos la televisión y vemos a un niño que amaneció muerto en la playa. Que a veces ni se nos enciende cuando nos hablan de números y no de un niño cuya foto ha dado la vuelta al mundo. Que ni se nos enciende cuando los países discuten de cómo repartir un porcentaje de almas rotas que han dejado de creer ya en la vida. Hablo de cómo el dinero ha cogido el mando y ha tirado a la esperanza por la borda. Y es que en cierto modo esta es nuestra propia guerra, esta es la verdadera crisis de la que los políticos no se hacen cargo, la crisis de valores.
Rabia, siento mucha rabia por no poder hacer nada por ellos. Por ver cómo los números son todo lo que importa en un mundo que se ha perdido la vida haciéndo cálculos sobre cuáles serán las pérdidas de aceptar a un porcentaje que viene y esperan que no para quedarse. Rabia, miedo, incertidumbre. Siento tantas cosas que a veces me pregunto si de verdad tenemos tanta suerte de haber nacido sin poder ver con nuestros propios ojos cómo dan patadas o empujones a gente que tan sólo busca lo que algún día todos nosotros, todos los países e incluso continentes hemos deseado, un poco de paz.
Olvida por un momento quién eres y deja de llamarlos refugiados, llámalos personas, personas en busca de una vida que todos merecemos desde el momento en el que nacemos.
-Pero qué vas a saber tú, niñata de 18 años, que no sabe nada de la vida. Que si por ti fuera dejarías a todos pasar y nos quitarían nuestro hogar, nuestro trabajo, nuestra vida, qué vas a saber tú.-

Y por su puesto que nada. Sé muy poco de la vida y eso no me preocupa. Yo tengo muchos años por delante y muchos libros de los que aprender. ¿Sabes lo que me preocupa? Que tal vez, esa niña que ha perdido a su padre en la muchedumbre de la oscuridad, tal vez esa niña no vaya a tener esa suerte. Y para eso, para preocuparse por eso, no hace falta ni edad, ni conocimientos, tan sólo un concepto que dejamos olvidado en el pasado, fraternidad.

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