Más cerca de los Beatles que de tus discos de jazz.

.

domingo, 30 de agosto de 2015

Me gusta su risa. Me gusta porque me calma, porque se me mete en la cabeza y me revuelve la tripa. Porque me quita el sueño y me devuelve las ganas de bailar. Así es ella. Ella es su risa. Es energía, es llanto, es magia, es humildad, es paz y es guerra, es mucha guerra. Ella es guerrera porque está en lucha constante consigo misma, porque cada día se levanta con ganas de estar en primera línea de batalla, con ganas de secar lágrimas y de tragarse las suyas. Pero nadie le ha dicho que también está preciosa cuando llora. Está preciosa porque ella es puro sentimiento. Y hace que se te rompa el corazón y palpite al mismo tiempo. Te lo arranca y lo besa como besa nada mas despertar. A veces noto su risa cuando no está y pienso que las caracolas deberían dejar de cantar el mar y deberían cantarla a ella. La noto en las calles por las que caminábamos, aunque no entiendo por qué conjugo ese verbo en pasado. Pero es que ella es presente. Aun cuando no está ella te abraza mientras ves su película preferida. Pero hablando de las calles que ella manchaba con su olor a hogar, pienso que debería decir que a mí se me caía el mundo encima cuando se daba la vuelta y me sonreía. Yo siempre iba un paso por detrás porque ella siempre quería vivir más rapido, aunque ella lo llamase intenso. Cantaba sin que nadie le pudiese decir nada porque nunca había nada que decir. Porque tal vez supongo que no tienes nada que decir cuando ves a la felicidad destrozando Wonderwall a grito pelado y con lágrimas de tanto reir. No hay nada que puedas decir salvo que da envidia, mucha envidia. Da envidia porque ella es feliz, aun cuando la vida a veces le intente hacer callar. Ella nunca callará. Y por eso, por eso y por tantas cosas, estoy enamorado de ella, de su risa y de su (d)olor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario