Más cerca de los Beatles que de tus discos de jazz.

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miércoles, 1 de abril de 2015

Crecer es aprender a despedirse. Crecer es aprender a querer bien, a querer menos pero a querer mejor. Aprender a mirar a los ojos, a llorar en voz alta, a arder por dentro y disimular por fuera. Crecer es, en parte, dejar de creer. Dejar de creer en héroes y creer en médicos. Dejar de creer en princesas y creer en mujeres. Dejar de creer en la magia y empezar a creer en el arte. Dejar de creer en el felices para siempre y quedarse con el felices a ratos. Porque crecer es tropezarte. Defraudar, enfadar, decepcionar y hasta rendirte. Pero también (y ante todo) crecer es solucionar. Es mirar atrás y seguir con ganas de dar un poco más. Es saber decir a alguien que le necesitas el resto de tu vida. O que puede que algún día no, y que justamente esa incertidumbre sea la que mantenga la llama viva. Y es que joder, crecer son tantas cosas, que uno ya no sabe si sigue siendo aquel niño que no veía los problemas venir. Ese que veía al mundo tan grande cuando levantaba la cabeza. Y es que hoy es aún más grande. Hoy los días son retos y regalo al mismo tiempo. Hoy te esfuerzas, sin querer, por crecer un poco cada día. Por ayudar, por comprender, por perdonar, o por abrazar. Te esfuerzas. Y supongo que un día te das cuenta de todo lo que has ido dejando atrás. Y que cada día fue un pasito más. Una despedida más. Un abrazo, un beso, un "te echaré de menos", y un "buen viaje, compañera". Crecer es luchar por una vida mejor. Crecer es aprender a despedirse. Crecer es, en definitiva, vivir mirando hacia delante,

y nunca olvidar de dónde venías.

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