Las palabras no salen cuando te pueden los hechos. No salen cuando te miran y te sonríen. Pero cuando te sonríen con los ojos y no con la boca. Y nadie más lo ve, solo tú. No salen cuando no quieres mirar atrás. Cuando alguien sabe a café recién hecho y te da miedo tocarlo por si te quemas. No salen cuando te enamoras por primera vez. O por segunda. No salen cuando te la pegas y tu vida suena como el chasquido de un vaso cayéndose por esa última gota que colmó el vaso. O como el frenazo de un coche que iba a su puta bola. Incluso no salen cuando tú eres esa gota. Cuando no entiendes qué ha pasado para acabar tan bajo. No salen cuando te das cuenta de que los de arriba no ven todo lo que ocurre aquí. Aquí hay arte, hay poesía, hay gente queriéndose, gente hablando de amor y no de guerra, gente con ganas de tirar las armas y de destruir fronteras. No hay palabras. No hay palabras para un mundo tan difuso. Lleno de líneas que no se pueden pasar, de límites a los que no hay que llegar, de palabras que nunca se deben pronunciar. No las hay. Solo hay llantos, libros, canciones, obras de arte, y ruinas. Muchas ruinas.
Empezando por nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario