Y todavía nos creemos que con la poesía vamos a algún sitio.
Nos creemos que algún día alguien que leyó a los grandes apreciará las líneas que escribimos nosotros totalmente a oscuras. Pero sería como comparar el beso de consolación con el beso de arrepentimiento, como mirar a una madre y a esa a la que llamas "el amor de tu vida". Que no. Que el amor de tu vida te cogió en brazos durante tus primeros años y te siguió llevando hasta hoy aunque tú no lo sientas. Pues igual. Igual con los clásicos. Como la primera vez que lees El Principito y no te enteras de nada, pero joder, qué bueno. Pues cuando lo lees por segunda vez te das cuenta de que lo nuestro no vale nada. Que son sentimientos plasmados en palabras que se quedan vacías cuando las comparas con aquellas que te hicieron amar la poesía. Pero supongo que así se sintió Neruda alguna vez. Se sintió pequeño en un mundo de gigantes. Se sintió blanco en un mundo brillante. Blanco roto. Roto de amor. Pero el amor estaba muy visto, muy "escrito". Y sin embargo lo hizo, cogió un boli y empezó con el primer poema hasta llegar al número veinte. ¿Y de verdad sentía él que algún día nosotros nos sentiríamos pequeños por su sombra? Somos una generación sin nombre, una generación de diminutos escritores que sólo aspiran a una cosa.
Arte (x) el art-e.

Más cerca de los Beatles que de tus discos de jazz.
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martes, 24 de marzo de 2015
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