Nos faltó por decir, hacer, mentir, reír y gritar. Nos faltó vivir, y cuando digo vivir me refiero a todo aquello que nos faltó por pasar juntos, por echarnos de menos o por ese tipo de cosas que solo sabemos tú y yo.
¿Y quién no tiene prisa por vivir? Desde que te fuiste no he tenido el placer de conocer a una persona sin prisas. Tal vez tu punto fuerte fuese también el que te debilitaba. Querías vivir todo con cada detalle y sin embargo nos quedamos sin tiempo, y tal vez fue porque los detalles se acabaron convirtiendo en manías que cada día se hacían notar más. ¿Y cuántas manías se convirtieron en virtudes y cuántos vicios en rutinas? Los puntos fuertes nunca son tan fuertes como aparentan ser, y sin embargo los puntos débiles son los que luchan cada día por resistir, luchan por ser ignorados dando por perdido que puedan llegar a valer de algo. Sin embargo, yo acabé enamorándome de cada uno de tus defectos, me los aprendí de memoria como los lunares de tu espalda, uno a uno, noche tras noche. Trataste de evitar que me fijase en aquello que te hacía ser débil, porque como todos, te empeñabas en hacer ver a todo el mundo con todo lo que podías, y cuando te venías abajo te guardabas bien adentro lo que podía contigo. Pero yo sí lo sabía, y al final todo lo que te guardaste acabó saliendo de golpe como esa gota que colma el vaso sin tener ella más culpa que el resto. Pero esa gota se cargó todo, esa fue la que nos separó hasta llegar hasta este punto.
Y fíjate tú, la vida, cómo algo tan pequeño puede separar algo tan grande. Cómo algo tan diminuto es capaz de separar mil razones por las que deberíamos permanecer unidos.
(aplicable a la vida)
No hay comentarios:
Publicar un comentario