Me fascina vivir en dos.
Ensuciar las sábanas cada fin de semana,
morir de rabia cuando te salgas de la cama,
jurarnos eternidades tomando café.
Me dan nauseas las mañanas en soledad,
un boli y un papel sin nada que contar,
las miradas de menosprecio,
y las historias que definen cada barrio.
Me asusta quienes tienen tantas cosas que contar,
incluso más que los que prefieren callar.
Me da miedo cada domingo sin sus pies entre las sábanas,
sin su respiración recorriéndome las entrañas.
Pero más angustia da tener un pequeño rincón en el mundo,
y vivir cada día suplicando al infierno que no me lo arrebate,
que no volveré a pecar entre sus labios,
ni a enamorarme de suspiros que cada vez van más rápido.
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