Te sigo a todas partes:
a los puntos finales,
a los puntos y a partes,
e incluso a los párrafos suicidas,
que se pierden entre líneas.
Te sigo a los quiero y no puedo,
a las inseguridades,
a las segundas partes;
a las que sí fueron buenas,
y a las que no fueron vistas.
Te sigo al último verso,
al estribillo de tu falda,
al último acto,
e incluso te sigo hasta el final del cuento.
Te sigo a los lunes por la mañana,
a los domingos en tu pecho,
al estorbo de los jueves
y a tus noches sin sueño.
Te sigo a donde el vuelo de tu falda me lleve,
a donde tus manos me orienten,
pero por supuesto,
te sigo hasta donde tú me dejes.
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