-Hazme fuerte-, y de repente me besaste. Y no se qué coño entendías tú por fuerte para aquellas, pero seguí haciéndolo hasta hoy. No llevo la cuenta de los días que han pasado desde aquellas, porque supongo que un día me di cuenta de lo aburrido que era aquello y lo bonito que era contar tus lunares mientras te hacías la dormida. Y una noche, mientras yo dormía, te diste cuenta de que no cumpliste tu palabra. Te diste cuenta de que me rendía a la primera cuando tus ojos me pedían un beso más de buenas noches, cuando yo decía que no y tú decía que sí con ojos de niña, cuando a mí se me cerraban los ojos y tú pedías cinco minutos más. Y entonces lo recordaste, recordaste cómo te saltaste las normas cuando te pedí que me hicieses fuerte y acabaste convirtiéndome en alguien con quien sufrir las noches frías y los días largos. Pero no me hiciste fuerte, jamás me enseñaste a sufrirlos sola, jamás me enseñaste a decir que no, e incluso jamás me dejaste negarte un beso más. Y fue entonces cuando te fuiste, te entró miedo y decidiste dejarme ahí para que aprendiese a ser fuerte por mí sola pero, ¿sabes una cosa? Nunca comprendiste que una persona puede hacerse fuerte gracias al calor de otra, nunca comprendiste que yéndote nos hiciste débiles a los dos, y eso fue lo que en realidad falló.
No hay comentarios:
Publicar un comentario