Un escritor sin ganas de cambiar el mundo sería como hacer el amor sin mirar a los ojos, llorar tapándose la cara o despedirse sin mirar atrás.
Sería como las ganas de más, como el dulce sin azúcar o como la vida sin un poco de amargura.
Sería como volar con vértigo o como amar con las mariposas en la garganta.
Sería frágil como las palabras bonitas o nostálgico como las noches de Navidad.
Sería como el café descafeinado o como un invierno sin cielo azul.
Sería como un te quiero en voz bajita, de esos que no se entiende si son mentira, o si son tan verdaderos que da miedo escucharlos en vos alta.
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