Más cerca de los Beatles que de tus discos de jazz.

.

domingo, 1 de diciembre de 2013

sobrevive

Emborrachándome solo por saber si tus ojos eran verdes o negros. Por saber si tus buenos días se parecían a la cerveza de mediodía, o si simplemente se trataban de un sustitutivo el café del que me acabé enamorando. Emborrachándome para acordarme de tu sonrisa cuando yo miraba de reojo sin saber que tú lo notabas perfectamente. Acordarme de cómo el viento lo borraba todo hasta dejarnos a centímetros, cortándonos los labios e incluso las palabras. Acordarme de cómo me abrazabas cuando yo me metía las manos por las mangas de la sudadera en pleno enero. Acordarme de cuando me hacía la dormida mientras me acariciabas el pelo.
Emborrachándome para acordarme de cada detalle que el tiempo acaba borrando; cada pequeña cosa que hizo de lo nuestro algo grande, algo bonito, pero sobre todo, algo real.




Y es que por mucho que nos empeñemos el tiempo lo borra todo. Los besos, las historias e incluso las palabras. Borra todo cuanto queremos que permanezca en nosotros para siempre e incluso borra aquello que deseamos olvidar en el mismo momento en el que sucede. El tiempo se encarga de cicatrizar aquellas historias que más dolieron e incluso aquellos besos que mejor supieron. Se encarga de tantas cosas que a veces nos quejamos de lo rápido que pasa al mismo tiempo que lo lento que se olvidan ciertas cosas. Nos quejamos constantemente, cuando el problema de que las cosas sucedan una vez y no vuelvan a suceder nunca está en nosotros. Porque aunque nos duela, el tiempo no pierde personas, pero nosotros sí.


No hay comentarios:

Publicar un comentario