Emborrachándome para acordarme de cada detalle que el tiempo acaba borrando; cada pequeña cosa que hizo de lo nuestro algo grande, algo bonito, pero sobre todo, algo real.
Y es que por mucho que nos empeñemos el tiempo lo borra todo. Los besos, las historias e incluso las palabras. Borra todo cuanto queremos que permanezca en nosotros para siempre e incluso borra aquello que deseamos olvidar en el mismo momento en el que sucede. El tiempo se encarga de cicatrizar aquellas historias que más dolieron e incluso aquellos besos que mejor supieron. Se encarga de tantas cosas que a veces nos quejamos de lo rápido que pasa al mismo tiempo que lo lento que se olvidan ciertas cosas. Nos quejamos constantemente, cuando el problema de que las cosas sucedan una vez y no vuelvan a suceder nunca está en nosotros. Porque aunque nos duela, el tiempo no pierde personas, pero nosotros sí.
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