La resaca que hace real mi domingo. Otro día más que amanece mi cama medio vacía, porque es difícil verla media llena sin estar del todo completa. Aún recuerdo esas mañanas de domingo en el que los dolores de cabeza se solucionaban con unos cuentos besos en el cuello y unas cosquillas que hacían que tu risa rebotase por mi cabeza. Recuerdo hasta los días que me despertabas con unos cuantos besos mientras susurrabas que los desayunos en la cama estaban sobrevalorados.
No sé si fue el alcohol o si son cosas mías, pero la resaca solo me recuerda que he vuelto a soñar con nosotros. A soñar contigo, a soñar tanto que hasta era capaz de tocar el olor que dejabas en mis sudaderas las noches largas y frías de sábado a las tantas de la mañana. He vuelto a soñar que incluso me querías, que me querías como agosto quiere a julio; que me mirabas como un niño mira su juguete preferido, solo que yo, me quedaba más con lo de juguete, que con lo de preferido. He vuelto a soñar que me sonreías como dos adolescentes celebraban su primer mes juntos, y es que yo, ya he perdido la cuenta de cuántas botellas de champán derrochamos mientras me besabas en la boca cada mes que pasamos juntos. He soñado que hasta te seguía encantando ese Let it be que juntó mis manos con tu cadera, mi boca con tu cuello y tus ojos con los míos.
¿Era tan sólo un sueño? ¿Era algo más? ¿O tal vez era todo? Cada vez que vuelvo a leer una de las miles de cartas que un día escribiste a mano se me pasan por la mente todos y cada uno de los días que decidiste compartir conmigo. Y es que nunca fuimos una historia, tan sólo fuimos un prólogo de un libro por escribir, un trailer sin historia, una razón sin argumento. Fuimos el todo y el nada de una sola vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario