Más cerca de los Beatles que de tus discos de jazz.

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martes, 11 de diciembre de 2012

una historia de esas que dejan sin palabras, de las que erizan los pelos de los brazos

Hay tantísimas maneras de vivir la vida que nadie es capaz de detenerse a pensar cuál es la correcta. Andamos todos esperando que alguien venga y nos diga qué debemos hacer en cada momento, qué debemos elegir y cómo debemos sentirnos ante cada una de las cosas que nos ocurren. Esperamos que alguien lo haga por nosotros para poder evitar esa rabia que te corroe todo el cuerpo cuando te equivocas. Esa rabia cuando te la das de boca, cuando te das cuenta de que elegiste mal, cuando te la jugaron, cuando te derrotaron. Preferimos pensar que no había otra opción más que elegir, que si ha salido mal, ha salido mal, que nadie tiene culpa y que debemos tragar y soportarlo. Pero, lamentablemente, todos sabemos que no existe ese alguien con la capacidad de poder decirte qué hacer en cada momento. Lamentablemente, debemos cargar con la responsabilidad de nuestros actos toda nuestra vida. Debes ser tú el que elijas si merece la pena sufrir por alguien; debes ser tú quien decidas qué es lo que realmente te hace feliz a pesar de lo que te convenga más o menos; debes ser tú quien elija si hacer más caso a la cabeza o al corazón. Debemos ser nosotros quienes manejemos nuestra felicidad, sin dejar que nada ni nadie pueda jugar con ella. Debemos ser nosotros quienes decidamos cada mañana si lucir una buena sonrisa o no. Debemos ser nosotros quienes decidamos si aprovechemos bien o no las oportunidades que nos llegan. Debemos ser nosotros quienes vivamos ésta vida, quienes decidamos cómo mirarla. Pero sobre todo, debemos ser nosotros quienes nos debemos concienciar de que lo más importante en ésta vida, es ser feliz.



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