A veces llegas a un punto en tu vida en el que tu cuerpo te pide un respiro. Te pide que frenes, te pide un tiempo sin sentir, sin querer, sin elegir. Te pide que busques un mientras tanto, no un para siempre. Te pide ser feliz con las cosas más simples y pequeñas de la vida. Te pide un respiro, que al fin y al cabo, tú se lo das. El resto no te comprenderá, te dirá que tú no puedes elegir a quién quieres y a quién no. Te dirá que tu no eliges tampoco cómo ni cuándo empiezas a querer a alguien. Pero entonces tú tan sólo sonreirás porque lo sabes. Sabes que cuando has dejado de querer a alguien como a tu vida, cuando has dejado de querer a alguien sabiendo que nunca habrá ningún otro como él, comprenderás la importancia que tiene el querer o amar a alguien, comprenderás que puedes tomarte un tiempo muy fácilmente con tan solo preguntarte si vale la pena sufrir por alguien al que no quieres ni la mitad de lo que le quisiste a él. Porque después de él, yo soy inmune a todo lo demás.
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