Más cerca de los Beatles que de tus discos de jazz.

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viernes, 10 de julio de 2015

¿Cuándo dejó de ser suficiente?
¿Cuándo nos dimos por vencidos? ¿Cuándo la vida cambió y nos dió por dar macha atrás? ¿Cuándo dejamos de serlo todo? ¿Cuándo nos dejamos ganar?

A veces estás tan seguro de tenerlo todo que cierras bien las manos y aprietas con fuerza para no dejar nada escapar. A veces te da por cerrar las cosas con llave y sientes miedo de perderla. Miedo de que todo se escape como hiciste tú toda tu vida. Sientes miedo, y siempre recuerdas que fue él quien te dijo que no era amor si no lo sentías. No lo era si no te temblaban las piernas. No lo era si no se las hacías temblar. Si no te acojonabas cuando él se iba, o si no te derrumbabas cuando algo se rompía.

Pretendías ser tanto para una persona, que cada vez intentabas superar tu propia sombra, hasta que un día la perdiste. Pero -no era amor si no nos perdíamos-. Y eso... Eso también te lo contó él al oído mientras acariciaba tu espalda, mientras te la pintaba de mil colores, mientras le pedías más besos, mientras le pedías que te pintase el alma de la misma forma. Eso era amor. Y esa parte la descubrí sin que nadie me la contase al oído.

Se empeñaba en adelantarlo todo. En estudiarlo. En preveer cada detalle. Odiaba las sorpresas y lo que traían consigo. Las odiaba más que la bebida con cafeína, los domingos lluviosos o las palabras huecas. Y tal vez las odiaba porque algún día podrían emocionarle. Porque tal vez algún día le sacarían de sus casillas y se perdería también contigo. Tal vez perdería su sombra, sus huellas, sus motivos, su destino.
Tal vez se perdería y acabaría conociéndose un poco mejor.
Tal vez, incluso, podría llegar a quererse como un día dijo que te quería a ti.

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