Me acabé enamorando del fondo de mi vaso; de los restos de café que dibujaban tu sonrisa, aquella con la que una noche tonta me emborraché. Aquella que una noche me cogió de la cintura mientras la ginebra recorría mi garganta. Y otra copa, y otra, y otra… No paré hasta acabar loca por ti, hasta que me cogiste en brazos y me llevaste hasta tu cama.
Y desde entonces, joder... Desde entonces bebo café por no poder dormir en aquella cama. Desde entonces la ginebra es amarga y las noches no son nada. Desde entonces hay un huracán constante en mi cabeza recordándome tu nombre; recordando al chico de las Ray Ban que fumaba Marlboro con la mirada egocéntrica y la sonrisa pícara.
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