Una de las cosas más obvias de la vida es que las personas cambian, para bien o para mal, pero cambian. Cambia nuestra manera de ver las cosas, nuestra manera de actuar, nuestra manera de juzgar y nuestra manera de decidir. También es cierto que siempre andamos quejándonos de los cambios. Nos quejamos de que las personas cambien de un día para otro, cuando lo que no entendemos es que esto no es así, que nadie cambia de un día para otro, cambiamos poco a poco, pero a veces ni nos paramos a verlo. Probablemente cambiamos por nuestras experiencias, cambiamos a base de aciertos y errores.
Andamos, también, quejándonos de que las cosas cambien, de que nuestro día a día cambie, de que de estar en el cielo de pronto nos encontremos comiéndonos el suelo. Pero, ¿sabéis cuál es nuestro error? No sabemos apreciar el cambio. Al fin y al cabo no existirían las cosas buenas sin las malas, no podríamos distinguir los buenos momentos sin haber vivido los malos, no podríamos aprender si las cosas no van cambiando a lo largo de nuestra vida y tampoco sabríamos cómo actuar, si la vida no nos da a conocer distintas situaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario