El final de un camino es el comienzo de otro. El problema es cuando no sabemos en qué momento empieza ese otro camino, esa otra puerta que se abre en nuestras narices y somos solo nosotros los que podemos abrir los ojos para descubrir que se ha abierto. ¿Y si ese otro camino tampoco es el correcto? Esta vez no pienso escoger un camino imposible para poder hacerlo posible. Esta vez aprendí la lección, y aunque suene cobarde me quedaré sentada viendo como el viento sopla a favor de esa puerta que no pienso cruzar, esperando que otra, con algo más de sentido se abra.
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