Más cerca de los Beatles que de tus discos de jazz.

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sábado, 30 de agosto de 2014

Y quizás debería estar cansada de escribirte por las noches, de mañanas sin poder besarte y de noches en las que los besos no nos dejan dormir. Quizás la vida entiende poco de eternidades, aunque me atrevería a decir que nosotros entendemos aun menos del amor. Amores que matan y amores que asustan a aquellos a los que nunca se les presentó de frente como un tsunami, a aquellos a los que nunca atrapó y ahogó durante unos meses que parecieron minutos. Pero yo hablaba de ti, de ti y de mí, de lo que el resto espera de nosotros; que un día soltemos la cuerda y nos rindamos cuando surjan problemas. Que un día nos plantemos ante ellos y les digamos que tenían razón, que nada es para siempre, y que de poco sirve enamorarse si siempre va a ser efímero. Pero yo sé que aunque la cuerda tienda a romperse tú y yo nos agarramos fuerte. Que nunca me rendiré si ello conlleva no volver a ver esos ojos verdes al levantar la vista mientras me observas dormir. Que nunca soltaré la cuerda porque no podría vivir sin los chistes malos con los que un día caí rendida a tus pies. Que nunca soltaré la cuerda a pesar de que eso es lo que suele hacer el mundo cuando se trata de mantener algo. Que quizás debería estar cansada de las discusiones seguidas de unos cuantos besos e incluso de esas en las que no me apetece volver a sonreír. Que quizás la rutina mate a todos los que nos miran esperando que soltemos la cuerda. Que quizás yo no puedo tener la certeza de que un día me mires y no te canses de la misma sonrisa de niña que un día te gustó algo más de lo que suele gustar una amiga. Pero si hay algo de lo que estoy segura, es de que nunca soltaré la cuerda, de que tú y yo no somos como el resto, pero sobre todo, de que quiero más, más y más. Para siempre, que ya sé que no es poco.

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